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Jueves 25 de Abril de 2024

Columna de opinión de Luis Riveros: "La herencia normalista"

Las escuelas normales permitieron construir un verdadero sistema educacional en nuestro país y, de ese modo, permitir el surgimiento de una clase media. De los tiempos coloniales se heredó nada del punto de vista de la educación, y mucho menos de la formación de profesores. Los primeros tiempos como país independiente fueron difíciles en muchos campos, pero especialmente en educación puesto que había una notoria escasez de profesores y falta de atención a las pocas escuelas que existían. Hubo varios remediales, como el método Lancasteriano que tanto auspiciara el propio O´higgins, pero que no pudieron llenar la necesidad de una adecuada instrucción para niños y jóvenes.

El ideal ilustrado que subyacía en la mente de los patriotas, requería de un ciudadano preparado para entender el desafío que implicaba la independencia, y ello ameritaba una escuela formadora de profesores. Así se hizo en 1842 y 1854 por medio de la creación de las normales de hombres y de mujeres, respectivamente, consultando la sucesiva creación de escuelas que, en el espacio de casi un siglo, alcanzó al número de unas 20 de ellas, distribuidas a lo largo del país. Con reformas de por medio en el modelo educativo, el sistema alcanzó su apogeo a inicios del siglo XX con un bien definido currículo de estudios y un sistema de selección de estudiantes que ocurría a temprana edad y donde jugaba un rol determinante la existencia de vocaciones pedagógicas. Las escuelas normales llenaron un gran vacío, especialmente porque fueron capaces de esparcir profesores a lo largo de todo Chile y dieron cabida muy importante a la formación de mujeres. La asignación de profesores a zonas pobres y rurales, llevó a cabo una labor muy importante en pro de la integración del país.

En la década de 1960 se adoptó la decisión de convertir a la enseñanza normal en un nivel pos secundario, es decir implicando que se podía ingresar a ella habiendo cursado la enseñanza en un liceo. Con ello se perdió las ventajas de una selección temprana. Al mismo tiempo, se adoptó la definición de llevar la formación de profesores a las universidades, lo cual en todo caso había sido una vieja aspiración de los propios profesores normalistas. También se cambió la estructura del sistema educativo chileno, cuando se pasa del concepto de educación primaria (seis años) al de educación básica (ocho años), requiriendo un nuevo modelo de formación pedagógica. Todo este cambio de escenario tuvo por trasfondo la insuficiente graduación de profesores normalistas que venía ocurriendo debido a la escasez de recursos de inversión y aquellos necesarios para mantener a los estudiantes en régimen de internado. Todo esto llevó a una crisis, especialmente considerando el abultado crecimiento de la matrícula en el nivel básico, frente al cual la oferta normalista se hizo aún más insuficiente.

El modelo de la educación normal fue muy exitoso en cuanto a las competencias formadas en los profesores del primer ciclo educativo. Exitoso también porque las escuelas formadoras estaban presentes en todo Chile, desde Antofagasta hasta Ancud. Pero su matrícula era insuficiente para lograr cubrir el creciente número de estudiantes primarios o básicos. Ello llevó al experimento, en la década de 1960, de formar profesores por un método acelerado, lo cual contribuyó a profundizar la crisis que ya se hacía presente y que, como se he dicho, fue multifacética. Cerca de unos 8.000 alumnos normalistas existían aún en 1973 en unas 17 escuelas normales. La extinción forzada del normalismo en Chile significó, al mismo tiempo, hacer desaparecer de la educación la selección por vocaciones pedagógicas para despertar en cada estudiante el compromiso de servir a las nuevas generaciones con dignidad y competencia. Se perdió ese sentido misional del profesor normalista, quien llevaba acabo una tarea más allá de un medio de subsistencia.

Se pudo haber hecho mucho más. Pero era necesario pensar en inversión y en una mirada al largo plazo, que fue precisamente lo que permitió originar el experimento normalista de la década de 1850 en adelante. No se tuvo esa mirada y no se pusieron los recursos, lo cual está en la raíz del verdadero deterioro que ha experimentado la formación pedagógica en nuestro país. Posiblemente no se puede reinstaurar el sistema de enseñanza normal pero sí se pueden replicar dos aspectos esenciales de su exitoso desarrollo: selección sobre la base de vocaciones y gratuidad de la formación pedagógica, especialmente de nivel básico. Si el país no hace el esfuerzo por replicar esta herencia del normalismo, continuará en caída libre nuestra ya deficiente educación pública.

Publicada originalmente en el Diario Estrategia.